¡No lean a David Toscana, nunca!

Por Carlos Jáuregui

En una breve y eufórica reseña a La ciudad que el diablo se llevó (Candaya, 2020) de David Toscana en http://www.goodreads.com, Guillermo Jiménez suplicaba, con fervor, que no leyeran al premiado autor neoleonés: “No lean a David Toscana. La verdad es que no lo merecen. Que nos lo dejen a nosotros, a los bastardos, a los miserables…”[1], prorrumpe en un enunciado quizá algo desproporcionado, pero entendible desde la licencia poética. Lo implora con el celo de quien se guarda la canica más preciada en el patio del colegio. Y algo tiene de razón puesto que cada entrega de Toscana ciertamente es un objeto valioso. 

Dentro de Olegaroy (Alfaguara, 2018) –novela acreedora del premio Xavier Villaurrutia en ese mismo año–, el escritor mexicano mantiene la línea narrativa en la que insiste a través de toda su obra: sencillamente el ¿qué es estar en el mundo? y el tratar de lidiar con ello; el ¿qué hacemos aquí? pero todo ello a través de seguir el recorrido que hace Olegaroy a lo Forrest Gump, en donde este robusto e insomne personaje es la fuente originaria de las más antiguas máximas filosóficas como la inexistencia del alma, la redundancia dentro del padrenuestro, la intrascendencia de la filosofía y la incapacidad de alcance de la palabra, bajo el humor socarrón y negro característico de Toscana:

“Olegaroy pensó en las artes literarias. Si el propósito era crear emociones a través de la palabra imaginada, una obra maestra sería llamarle a una señora para decirle que su hijo fue arrollado; o un patrón avisarle a su empleado que le triplicaba el sueldo.” 

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La certeza desde la claridad

Por Carlos Jáuregui

La claridad - Editorial Páginas de Espuma

Autor: Marcelo Luján

Título: La claridad

Editorial y año: Páginas de espuma, 2021

En tiempos rebasados por discursos cambiantes e industrias plagadas de intrascendentes one hit wonders, siempre reconforta el tener alguna certeza literaria. La sexta edición (2021) del Premio Ribera del Duero nos entrega una constante y un ejemplo de curaduría y cuidado de textos; como antes ya lo había refrendado en años pasados, con la obra ganadora del mexicano Antonio Ortuño, La vaga ambición.

El ganador del presente año, Marcelo Luján (Buenos Aires, 1973), nos entrega en su obra seis relatos breves pero potentes, en los cuales destacan dos características principales: por un lado, una muy particular voz narrativa, contada desde un narrador que, como pitonisa, advierte y participa en el desenlace trágico e inevitable de sus personajes; y en otros, una primera voz homodiegética que nos arrastra a un lodazal de miedos y recuerdos fantásticos.  

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Conoce a tu enemigo

Por Miguel Blasco

Autora: Ana Wiener

Título: Valle inquietante

Editorial: Libros del asteroide, 2021

Se podría leer Valle inquietante de Anna Wiener como la historia de una chica que logra salir —más o menos indemne— de una de las más peligrosas y destructivas sectas que existen en la actualidad: Silicon Valley. Silicon Valley a partir del 2010 y en adelante, momento en el cual surge la burbuja tecnológica y los fondos de capital de riesgo se ponen a despilfarrar dinero en startups y en toda aquella empresa que pretenda petarlo diseñando la app de moda. (Algunas triunfaron: Uber, Airbnb, Tinder, JustEast, etc., otras se perdieron en ese valle de lágrimas).

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El paraíso perdido de Fernanda Melchor

POR CARLOS JÁUREGUI

TÍTULO: PÁRADAIS

AUTORA: FERNANDA MELCHOR

EDITORIAL Y AÑO: RANDOM HOUSE, 2021

Sorprende que, en la última novela de la autora veracruzana de moda, la tensión se descubra pasando la página setenta, ya bien entrada en la lectura; y que la línea narrativa utilizada en sus obras anteriores (como Aquí no es Miami y Temporada de Huracanes) se repita a tal grado que deje una sensación amarga de deja vu.

Paradais: Melchor, Fernanda: Amazon.com.mx: Libros

En Páradais (2021) Fernanda Melchor insiste en presentarnos todas las formas de violencia (verbal, psicológica, de género y sexual) que convergen dentro de dos familias dispares en un elegante conjunto residencial de su natal estado.

Dentro de la misma burbuja que es Páradais, en donde se mezclan pero no interactúan entre sí los que están para mandar y los que están para servir –como es tan común en México–, la soledad y la desidia juntan a Polo y a Franco Andrade, quienes maquilan un plan fallido para paliar sus respectivas condiciones de pobre y virgen de un solo golpe: el primero, un adolescente sin futuro, abusado por todos y condenado a repetir la historia criminal familiar y el segundo, un millenial inútil cuya única función en el mundo parecería ser el respirar y el masturbarse con la imagen de la vecina. El ejercicio social de Melchor es válido, pero queda muy corto en cuanto a trama y complejidad.   

A raíz de presentarnos en Temporada de Huracanes un cuadro tan trágico y atinado del México actual, tan plagado de vicios, de violencia y clasismo, la autora se convirtió de la noche a la mañana en la voz femenina por excelencia que exhibió la actualidad horrenda de un país que está roto: una sociedad tan deshilada y opuesta en los extremos, que difícilmente se podría pensar como una misma.

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¿Por qué dejar de hacer lo que sea que estés haciendo y leer cuanto antes a Cristina Morales?

Por Miguel Blasco

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  • Título: Lectura fácil
  • Autora: Cristina Morales
  • Editorial: Anagrama
  • Lugar y año: Barcelona, 2018 (Premio Herralde de novela)

 

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Lituania después de la URSS

Por Juan Lozano Felices

 

  • Título: El cielo de Kaunas
  • Autor: Jesús Zomeño
  • Editorial: Contrabando
  • Lugar y año: Valencia, 2018

 

Hace poco más de un mes que podemos encontrar en la mesa de novedades de las librerías, la novela de Jesús Zomeño “El cielo de Kaunas” editada por la editorial Contrabando. En actual panorama literario español, donde navegamos constantemente entre las procelosas aguas de la divergencia, la confusión y el desconcierto, la valenciana Contrabando constituye una de las propuestas más selectivas y sugestivas, y uno hará bien en seguir de cerca su creciente catálogo.

Para su autor, “El cielo de Kaunas” marca un punto de inflexión en su ya dilatada trayectoria literaria que abarca más de tres décadas. Tras haber dejado formalmente la poesía con “Un libro llamado 34 poemas” (Diarios de Helena, 2001), durante algo más de quince años Jesús nos ha legado un corpus narrativo de primer orden, con libros de relatos como “Lengua azul” (Sloper, 2008), “Cerillas mojadas” (Denes, 2012), “Piedras Negras” (Lengua de Trapo, 2014), “De este pan y de esta guerra” (Contrabando, 2016) “Querido miedo” (Sloper, 2016) y “Guerra y pan” (Contrabando, 2017). Ahora cambia de tercio y nos ofrece una novela. Esto, evidentemente, no ha ocurrido de la noche a la mañana. Ha entrañado un proceso mucho más complejo que voy a intentar establecer con una sucinta cronología.

Todo comenzó en el verano de 2015, cuando Jesús Zomeño me dijo que se iba de viaje a Kaunas. Yo no había oído hablar de esa ciudad y Lituania sólo era, para mí, un país báltico que no hubiera sabido situar correctamente en el mapa, igual que si me hubiesen hablado de la tintinesca Syldavia. Yo ese verano estuve en Roma y, a la vuelta quedamos para hablar de nuestras experiencias estivales. No hace al caso la mía ahora. Durante su estancia en Kaunas, Jesús se había alojado en un hotel llamado Santakos, situado en un punto que conecta el centro moderno con el casco antiguo de la ciudad, famoso por sus excelentes muestras del Barroco tardío. Un hotel, según me dijo,  anticuado pero cómodo y tranquilo, donde estuvo perfilando los cuentos de “Querido miedo” para su publicación. Si uno hace una consulta en el Google Maps, tomando como referencia el hotel Santakos, comprobará que, en un radio de no más de quince minutos encontramos el Gran Museo de la Guerra,  la Alameda de la Libertad,  la isla Nemunas, el Museo del Diablo o un restaurante llamado “Bella Italia” en la calle Daukanto.  Antes de que alguien pueda confundir este texto con una guía turística, debo decir que los lugares citados son los que frecuentó Jesús durante su estancia en Kaunas y luego incorpora a su novela, convirtiéndolos en un itinerario sentimental y vital, como si fueran las arterias y las venas por donde circula la narración y le infunde vida. Quizás sea exagerado decir que alguien pudiera visitar Kaunas con el solo apoyo de la novela de Jesús, pero si uno decide viajar a la ciudad báltica (yo tengo pendiente mi visita) haría bien en llevar la novela consigo y recorrer los lugares que aparecen en ella. Incluso, podrá uno detenerse en el quiosco, que en la novela regenta Pilypas, y comprar un periódico.

Durante ese otoño de 2015, Jesús comienza, por primera vez, a hablar de que está enfrascado en una novela con cierto aire noir. No me extrañó, era la evolución natural de su narrativa, ya anunciada en unos cuentos que escribió tras tener fijado el corpus de “Querido miedo” y que, al final, han quedado inéditos. En octubre de 2015,  en un diario comenzado por esas fechas y que no continué, hice la siguiente anotación:

Jesús sigue con su novela y quiere volver a Kaunas para terminarla. Como sabe que no puede ser, va a hacer que el protagonista de su novela viaje a esa ciudad y se refugie en el mismo hotel donde él estuvo este verano.

La novela fue terminada en dos meses y, tras una apresurada corrección, pone el punto y final. Era el 31 de octubre de 2015, lo recuerda porque era el último día de plazo para remitirla a un premio literario. No obtuvo ningún resultado, tampoco lo esperaba.

Esa primera novela había servido como banco de pruebas para emprender otro proyecto de mayor envergadura y cuyas líneas maestras ya tiene más o menos claras. El 1 de noviembre da comienzo a su segunda novela, que luego titulará “El cielo de Kaunas”, y donde el mismo protagonista de la primera, un atípico inspector de policía del que no conocemos su nombre, viajará a Kaunas sólo con el propósito de visitar un par de cabinas de teléfono en la calle Vilnius, sólo porque su amante asesinada era de allí y creía haberla reconocido a través del Google Street View, pasando por delante de aquellas cabinas, aunque eso fuera antes de conocerla. Irá a Kaunas, como quien persigue un rayo de luna, que es lo que le dice Paco,  su compañero en la Jefatura.

El año 2016 será el annus mirabilis de Jesús Zomeño. La editorial Contrabando edita en febrero su libro “De este pan y de esta guerra”, conformado por relatos nuevos que había escrito tras publicar “Piedras Negras” y otros, incompletos entonces o a partir de esbozos, que el tiempo le había permitido retomar y concluir con mejor perspectiva. Tras el verano de 2016, la editorial mallorquina Sloper editaría “Querido miedo”  donde Jesús proyecta una mirada entre nostálgica y elegíaca ante la década de los ochenta.  Ambos libros aparecen, entre otros, en 2017 como candidatos a los Premios de la Crítica Valenciana y el galardón se lo lleva “De este pan y de esta guerra”. Luego, en octubre de 2017, aún vendrá “Guerra y pan” que, en principio iba a ser una separata de tres o cuatro cuentos destinada como regalo, tras el premio, a los compradores del libro y que termina siendo un libro con plena autonomía e integrado como tal en el catálogo de Ediciones Contrabando.

Pero durante ese ajetreado año, Jesús no ha dejado de trabajar en su novela. Me habló  que, una vez encontrada la voz y el ritmo, la novela era más lineal y no requería la tensión y concentración del cuento. Según lo entendí era algo así como si uno pusiera el piloto automático. Pero sospecho que, lo que resultaba tan practicable para Jesús, para otros hubiera sido un Himalaya inalcanzable. Para Jesús, todo era cuestión de disciplina, de cenar ligero, acostarse pronto y poner el despertador para levantarse siendo aún noche cerrada. Prepararse una taza humeante de café con leche y arrancar el ordenador portátil, colocado sobre la mesa de la cocina. Una de sus herramientas, cuyo uso comparte con el protagonista de su novela, es el Google Street View, situándolo en las calles de Kaunas. No voy a desvelar nada más acerca de la trastienda de Jesús como escritor. Lo importante es el resultado, y éste es portentoso.

En el agosto de 2016, diez meses después de haber comenzado, Jesús termina una primera versión completa de lo que entonces solo es “la novela de Kaunas”. Todo el 2017 lo ocupan las correcciones, casi frase a frase. Mientras que, para algunos autores,  la idea es la raíz del proceso creativo y para otros el párrafo, Jesús Zomeño tiene en la frase la unidad que vertebra su escritura. En mayo de 2017, la novela tiene el título de “El diario de Kaunas” hasta que, en algún momento de ese verano comienza a hablar de la novela ya con el título definitivo de “El cielo de Kaunas”.  A partir de ese momento y hasta el verano de 2018 vendrá una última fase de pulidos y detalles donde, además, se añadieron los títulos de cada una de las partes, escribió el preámbulo y la editorial trabajó en el diseño. La magnífica portada se debe a Carlos Michel Fuentes y también contiene una ilustración interior debida al artista madrileño Raúl, colaborador en los años ochenta en publicaciones como Cairo, Madriz o Complot. El montaje de Raúl, que alguna vez se valoró como portada, está ubicado al final y es fruto de una concienzuda lectura de la novela, ofreciendo detalles y guiños que harán las delicias de los lectores de “El cielo de Kaunas”.

Jesús Zomeño nos muestra la vida tras el desmoronamiento del comunismo en la Europa del Este y, consecuentemente el final del modelo soviético. El mundo interior de los personajes, intentando adaptarse a otro modelo en crisis, el neoliberal, deviene un caos donde la nostalgia será la información que las terminaciones nerviosas están mandando de forma continua al cerebro. Jesús ha escrito una especie de Estación Termino del socialismo real. Y lo hace por medio de alegorías y de historias pobladas de unas criaturas que huyen continuamente para seguir tan perdidos como al principio: el francotirador,  los personajes convulsos de la segunda parte;  el propio inspector de policía…El eje conceptual de la novela, tal como yo lo veo, es la huida y la incomunicación. Los personajes moldean su visión del mundo mediante la huida, huyen del sufrimiento, del terror, de la tristeza, de los pecados del pasado y de su propia expiación, de las represalias, del miedo al futuro… El título es ambivalente. Hace referencia a las condiciones climáticas hostiles y el cielo bajo y plomizo, como amenaza, sobre los personajes. Pero también refiere al techo pintado de nubes de la habitación de los niños (el cielo protector), en la casa donde el francotirador sin nombre pasó su infancia y donde se desencadena la tragedia.

Alguna vez he dicho, utilizando un símil cinematográfico,  que Jesús Zomeño  es un escritor que utiliza el zoom o el travelling de forma absolutamente lúcida; es decir, lleva la eficacia narrativa de los movimientos de la cámara a su literatura. Sus patrones narrativos no han cambiado desde “Piedras Negras” o “De este pan y de esta guerra”. Si fuera un realizador Jesús no sería Visconti ni John Ford, descubriendo grandes espacios. Probablemente sería el Hitchcock de “La ventana indiscreta” o tal vez Orson Welles, un ilusionista del cine con sus ángulos oscuros, sus contrapicados, componiendo afinadamente cada elemento de la escena y con sus poderosas imágenes que devienen símbolos. Quizás al intentar yo fusionar dos lenguajes distintos,  esté planteando problemas de orden semiológico y estético. Admitámoslo si quiera metafóricamente, para explicar lo que quiero decir. Un ejemplo, en cada escena del francotirador, eligiendo cuidadosamente a su víctima y preparándose para disparar, la cámara se acerca en un zoom. Cambia incluso el foco. Pasando del narrador omnisciente  a un monologo interior, nos ubica directamente en los pensamientos del asesino. El tempo se ralentiza y el autor hace un recorrido para que nos fijemos en todos los elementos de la escena, desde el control de la respiración hasta la caricia del gatillo y por fin la presión del disparo.

A través de la estructura tripartita de “El cielo de Kaunas” y con la precisión de un artesanal relojero, Jesús va montando un engranaje perfecto, donde todo encaja al final. O también es posible que esté desmontando el mecanismo, que la narración sea una deconstrucción y al final tengamos las piezas esparcidas sobre la mesa para que sea el propio lector el que las monte.

 

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Bio Juan Carlos Lozano (1)