Por Carlos Jáuregui
- Título: Aquí no es Miami
- Autora: Fernanda Melchor
- Editorial: Literatura Random House
- Lugar y año: 2013
La consecuencia lógica de hacer reseñas durante este obligado y largo periodo de encierro —de por sí potenciado por rutinarias tareas domésticas, interminables rondas de tazas de café y posiciones acrobáticas imposibles en un mismo sillón—, es que todo análisis se vuelve cuasi-microscópico, todo conlleva una segunda lectura y salen a flote los pensamientos más involuntarios que se ocultaban bajo la anterior medida de “normalidad”. Esto puede jugar en contra o a favor de la obra reseñada; advierto.
Como muchos, adquirí Aquí no es Miami en la FIL de Guadalajara del 2017, donde Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) promocionaba este libro aprovechando que, justo un año antes, había irrumpido con autoridad en el mapa literario con su impactante novela Temporada de Huracanes.
Durante aquella presentación, Melchor explicó que, al igual que en Temporada de Huracanes, el libro editado en el 2013 tenía la finalidad de entregar a través de relatos cortos una fotografía vigente de su natal Veracruz, de su gente y de la lamentable mutación que la convirtió en un puerto de extrema violencia. En aquel 2013, Melchor publicó también Falsa Liebre, una breve novela que sin lugar a dudas es un primer boceto de la que finalmente sería considerada como una de las mejores novelas mexicanas del 2017. Por ende, es imposible no analizar las obras en comparación.
Las tres obras de la autora, sin lugar a dudas, cumplen cabalmente con la promesa que Melchor advierte en su prólogo “vivir en una ciudad es vivir entre historias”. No obstante, las hacen una entrega completamente distinta, aun cuando Random House intentó asimilarlas casi al grado de la clonación (incluido el arte de las portadas).
Melchor bien sabe retratar un universo de violencia y el desosiego que enfanga a todo el país, sus historias fungen por igual de llamada de atención y de crítica social, con un lenguaje tan fluido y soez que obliga al lector a enlodarse en toda la miseria y bruta realidad que nos rodean.
Las tres obras tienen el mismo génesis: desarrollar historias a partir de notas rojas de periódicos locales; pero en Aquí no es Miami, en comparación con sus otros dos trabajos, da la impresión de que la autora todavía no alcanzaba ese estilo narrativo que consumaría posteriormente —quizá por deformación profesional (estudió periodismo) o por precocidad—; y esto es muy notorio en los relatos que entremezclan el editorial periodístico y el punto de vista de la autora, ganando puntos en originalidad pero perdiendo fuerza considerablemente en la narrativa.
Editar tres libros en un lapso de tres años no es poca cosa, pero volumen jamás ha sido sinónimo de excelencia y, además, si Melchor ya traía entre manos Temporada de huracanes bien pudo haber trabajado más la obra aquí reseñada; parecería que hubo demasiado ímpetu en publicar algo nuevo.
Hablando en particular de Aquí no es Miami y siendo muy honestos, de los doce relatos breves que leí con la calma que merece un encierro sin aparente final, solo en un puñado de ellos encontré el entramado suficiente para atraparme como lector. Dentro de Aquí no es Miami, el narco Estado y lo sobrenatural son los tópicos principales de una obra dividida en tres secciones: (luces, sombra y fuego) en donde estos elementos armonizan a través de linchamientos, fuegos artificiales, luces en el cielo y ráfagas de armas. Las historias son moldeadas por un puntual y veraz lenguaje, donde se entremezclan leyendas, notas periodísticas y testimonios en un ensamble que destella por instantes, pero invariablemente pierde el foco de atención.
En Aquí no es Miami los relatos quedan como mero anecdotario, los cierra sin potencia e incluso peca un poco de exceso en demostrarnos lo “barrio” e intrépida que puede ser, nos presenta un desbordamiento innecesario de lo que la crítica Karen Mercado enuncia como “realismo crudo”. Por momentos, la autora insiste demasiado en restregarnos la fotografía del narco Estado —tan explotado en estos días— y esto se transforma en una sensación incómoda del indeseado que demanda nuestra atención:
¿Es la ley del machete la que impera en esta zona?, le preguntó Agustín.
Más bien la ley del cuerno de chivo, respondió el agente ministerial, con una sonrisa siniestra, mientras se sujetaba la hebilla de su pantalón y nos la mostraba: en ella aparecía el relieve de un “cuerno de chivo” encima de una hoja de mariguana.
El lenguaje no asusta en absoluto, pues está presente en la vorágine de violencia, en la realidad absoluta del país; y este léxico también está presente en Temporada de huracanes y en Falsa Liebre, pero la diferencia entre los relatos contenidos en Aquí no es Miami y estas dos obras es un menor grado de narración y de profundidad. El lenguaje confrontador, machista y violento empleado en las tres obras es similar, pero las historias en Temporada de huracanes y Falsa Liebre absorben completamente este elemento y se apoyan en él para desenvolver las distintas capas y voces de los personajes.
Como en todo, el gusto siempre será subjetivo, pero hay ciertos elementos de la crítica (consecuencia del necio hábito de lectura) que nos permiten identificar y olfatear una brasa que irradia calor pero que no alcanza a encender. Y no es que Aquí no es Miami sea un libro malo, sólo que no mantiene una línea clara en su intento, pues los relatos oscilan entre crónicas macabras, recuerdos de juventud y conversaciones con habitantes que, si bien logran pintarnos ese cuadro de vida monótona, agreste y visceral de Veracruz, fallan en rendirnos historias robustas. Melchor le otorga libremente voz a personajes con el fin de mantener la autenticidad, sin embargo, los recuentos terminan siendo apáticos y carentes de calidad.
Por momentos la temática insiste en demasía en imponerle al lector la jodida y difícil existencia de un narcotraficante de menudeo, la violencia de un linchamiento público, del inventor de la “piedra de crack” y el desamparo de unos indocumentados caribeños que en su intento por llegar a Miami terminan desembarcando en el puerto de Veracruz. No debemos olvidar que el tema del narcotráfico es interesante por las dinámicas y secuelas que dejan en la sociedad, no solo por el simple hecho de ser narco.
Melchor advierte que narra “lo que pudo ser”, y algunos elementos a lo largo de la obra, como los testimonios, el lenguaje y opinión del constante narrador en primera persona hace que los relatos pierdan tensión y provean algunas partes gratuitas que no suman a la historia, cayendo inclusive en clichés tan elementales como “…él sentía el corazón oprimido por un puño”.
De los relatos en Aquí no es Miami quizá Reina, esclava o mujer es el más redimible. En él, Melchor nos relata la tragedia ocurrida en el departamento 501 del edificio de la Lotería Nacional en la calle Independencia, donde una mujer convertida en una versión moderna de La Llorona, mata a sus hijos y se quita la vida. Lo relevante de la noticia es que dicha mujer resulta ser Evangelina Tejera Bosada, una ex reina del Carnaval de Veracruz, quien a raíz de su coronación se interna en un círculo vicioso el cual la condena a una vida trágica. El relato resuena a la película Miss Bala, o al Señorita México de Enrique Serna, con mucha distancia; y la diferencia es que Melchor va reconstruyendo la historia por medio de múltiples analepsis y desde el recuento periodístico. Acompañamos al reportero hilando la información que recibe de aquellos que conocieron a la sombría celebridad. La autora acierta en mostrar un reinado de Tejera repleto de excesos, acosos y malas decisiones, que desembocan en que la otrora “fecunda, lozana y alegre” reina termine como una villana mítica y ejemplo para el recato.
¿Cómo era posible que aquella bella muchacha rubia, hacía poco distinguida con el ‘máximo honor’ al que una joven soltera podía aspirar en el puerto, se hubiera convertido en el guiñapo de ojos vacuos que aparecía en las páginas de la nota roja?
La vida no vale nada es un relato fuerte que entrega una visión objetiva del panorama actual de Veracruz. Narrada en primera persona y en tono confesional, un pseudo abogado relata cómo es que gradualmente se va inmiscuyendo en un sistema corrupto controlado por el narcotráfico donde empresarios, ministerios públicos y gatilleros se tutean. Nos presenta al típico jefe de plaza (sombrerudo, chaparro, de ojo claro y acento norteño), al malandro y al testigo falso. Las imágenes y el lenguaje los domina Melchor, pero las historias se quedan cortas, inconclusas y los personajes no se libran de ser unidimensionales. Los narcos son dibujados como caricaturas, los relatores son lastimosos pero no conmueven.
…pero esta pendeja yo creo que ni siquiera se imaginaba cómo funcionaban las leyes de este país, en el Estado de derecho de mierda en el que vivimos, en donde una mentira tiene más posibilidades de convertirse en verdad jurídica que la misma verdad, y al final gana el que engorda más su mentira.
De igual forma, Veracruz se escribe con Z y El corrido del quemado, son relatos con mucha potencia, pero anestesiados por una misma temática violenta que termina siendo gore en detrimento de la historia. La diferencia de Melchor en Falsa Liebre y Temporada de huracanes es que redondea y da dimensión a personajes que en Aquí no es Miami no alcanzaron esa misma profundidad:
Soler gritó por un par de minutos. La medio hora siguiente sólo se quejó. Ya en el suelo, le cortaron el pie izquierdo de un machetazo para ver si seguía vivo, y como aún gemía le vaciaron encima una segunda lata de combustible.
Retomando el título de esta reseña, me llama la atención que Melchor sacara a la luz en el mismo año las citadas Falsa Liebre y Aquí no es Miami; ya que, mientras quizá ambas se sostienen, distan mucho de ser obras relevantes, y tienen una notoria y considerable distancia con Temporada de Huracanes.
Aunque pareciera neciala comparación, de esta lectura emana algo mucho más turbador y sombrío: la supervivencia del autor con una obra exitosa que se distancia diametralmente de sus anteriores trabajos y sufre la latente amenaza de caer en el calamitoso One hit Wonder, tan explotado en la historia de la música y otros campos de las artes; basta con citar un par de autores que cayeron en este supuesto y de los que seguimos esperando algo valioso, como Xavier Velasco con su Diablo guardián o Luis Zapata con El vampiro de la Colonia Roma.
El impulsar la promoción de Aquí no es Miami con el mismo empeño que Temporada de huracanes, como efectivamente se ha hecho, aprovechando el boom de Melchor, es hasta cierto grado un engaño para el lector; lo cual no es en absoluto culpa de la autora, sino de aquellos imprudentes ejecutivos editoriales que manejan a su antojo la psique de los lectores.
¿Cuántas veces hemos caído como consumidores en el engaño de adquirir un producto de oropel en tándem, impulsado por el éxito del momento?
Si yo hubiera leído primero Aquí no es Miami, desconociendo totalmente la crítica y la obra de Melchor, es muy probable ya no hubiera leído Temporada de Huracanes; he ahí la relevancia del comentario.
Melchor tendrá que demostrarse a sí misma que Temporada de Huracanes marca una maduración natural de su pluma y no el éxito de un instante.
Finalmente, estamos en un tiempo de confinamiento y de lectura; los libros son en estos momentos de las pocas cosas que pueden acompañarnos en el encierro y es una excelente oportunidad para adquirir o desechar todo lo que nos suma o nos resta.
Aprovechemos este tiempo para refinar gustos, pongamos pausa a Netflix y ajustemos cuentas con nuestras bibliotecas. En cuanto a Fernanda Melchor, sin duda espero su próximo libro, pero sin prisas; me encantaría que duplicara el éxito narrativo de su última obra y que sobrepasara toda duda real o infundada de un One Hit Wonder. Que me hipnotice con otro personaje tan turbio como “La Bruja”, espero un Temporada de Huracanes reloaded, o mejor aún, algo completamente nuevo, lejos de su zona de confort.
Consigue el libro aquí.